LA MENTE INFANTIL

Toda educación eficaz de la mente se funda en los sentidos y se vale de ellos
para sus particulares operaciones.
El primer deber es cuidar que los sentidos estén realmente bien. Al niño hay
que enseñarle que vea cosas bellas, y si se le enseñan cosas de forma y color
feas, asegurarnos que aprecie que son feas.

Igual debemos hacer con los oídos; el niño debe empezar a conocer la
diferencia entre una voz hermosa y otra desagradable, sea hablando, sea
cantando. Enseñarle el timbre de diferentes instrumentos musicales. Así como
distinguir el canto de las aves y todas las armonías de la naturaleza.

El desarrollo de los sentidos y de los sentimientos que a ellos están asociados,
forma al adulto sabio. Recordar que lo que aprende la inteligencia pasa primero
por los sentidos y que el ser que piensa es el mismo que siente y que ve; por lo
tanto, a medida que se cultivan los sentidos y el sentimiento, se enriquece
también el entendimiento.

El niño así educado se habrá desarrollado naturalmente y se sentirá por ello
más feliz; para cuando llegue a la edad de estudiar aprenderá más de prisa,
recordará mejor que otros niños, porque los fundamentos de esta mente
infantil se fijaron de manera sólida y recta siguiendo el curso natural del
desarrollo.